Charla íntima con Marianne Costa

5 de marzo de 2021by Clara Grau
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Quién es y cómo piensa la gran “maestra del tarot” del mundo

Poeta, escritora y taróloga itinerante, acaba de publicar “El tarot paso a paso”. En diálogo con Clarín, reflexiona sobre la genealogía del tarot, lo femenino como esencia de la espiritualidad y la adivinación rápida para calmar las ansiedades.

De poeta itinerante, emperatriz creadora, tiene mucho Marianne Costa. Actriz, escritora, traductora y taróloga con más de veinticinco años de experiencia, además de fanática del tango. «La vía del Tarot» (Siruela, 2004) y «Metagenealogía» (Siruela, 2011), ambos best sellers, son sus obras anteriores, y en este 2021 acaba de publicar en Argentina «El tarot paso a paso» (Grijalbo).

Marianne reconoce en sí misma desde pequeña una pasión por los lenguajes, sumada a una pasión por salvarse a sí misma y salvar al mundo, por salir del dolor a través de la belleza. Recuerda cómo se inició en el tarot: a los 17 años, durante la separación de sus padres, una etapa que denomina «muy oscura».

Si el tarot ha sufrido los embates mediáticos, que lo instalaron como superstición y mito, como banalización extrema que siempre cae en la pregunta «¿volveré con mi ex?» o similar, esta referente, archivista e investigadora, arma en estas páginas un recorrido serio por el árbol genealógico del tarot, desde el juego de cartas hasta sus bases culturales e iconográficas y su numerología. Sin dejar, por esto, de apelar a la conexión con los mundos intuitivos («desde el amor hacia el otro»), influjos espirituales y profundos (reveladores del inconsciente personal y colectivo), y a la descripción de los arcanos mayores y menores (llamados por la autora «triunfos»).

«Para mí la crisis actual del Covid se trata de volver a descubrir esa dimensión escondida, esa cara femenina del absoluto, esa encarnación de lo femenino como divinidad humana«, comenta analizando la carta El Mundo, que para ella es apocalíptica como los tiempos que corren, un final y un comienzo.

Actualmente está en Ibiza, España, adonde partió con dos maletas para no quedarse en París confinada, donde, además de libros de alquimia, espiritualidad y novelas, tiene una colección de más de 20 mazos históricos de Marsella.

– ¿Llevaste libros?

– Conmigo tengo las 108 Upanishads en francés, los tres libros de cartas de Swami Prajnanpad (1891-1974), un maestro de la India, mi gurú, y un libro que acaba de salir que son las respuestas de Gurdjieff a sus alumnos de los años 43-44 en Paris.

– ¿Mazos?

– Traje mi tarot en blanco y negro, que se llama el mazo DelTarot (2021), tengo el de Madenié (1709) y Jodorowsky-Camoin (1997), el tarot de mi antigua pareja.

– ¿En qué se diferencia este nuevo libro de aquel que escribiste con Alejandro Jodorowsky, «La vía del Tarot»?

– En ese momento yo era bastante principiante, llevaba unos cuatro años estudiando. Y él allí trabaja explicando sólo los detalles de su tarot. Mi aporte fue sobre todo establecer una pedagogía de cómo leer ese enorme corpus de todo el trabajo que él había hecho desde los años 80.

Lo que pasó con este nuevo libro es que llevo más de quince años de pedagogía y de búsquedas, relaciones con los alumnos. Entonces quise transmitir cosas que encontré a lo largo de los cursos.

Además había una cuestión de género. El trabajo con las figuras de Jodorowsky tenía una versión muy jerárquica de la relación de la reina con el rey. Influye la numerología del tarot, porque lo femenino está en el mundo de la tierra y el masculino, en el cuadrado espiritual en el cielo. Desde el punto de vista patriarcal, esto pudo ser una realidad social, pero es un enorme error desde la vida esencial. Porque el femenino es lo espiritual, lo dice la poesía sufí -Rumi o Hafis se presentan como «la amante» del señor que es una entidad del absoluto, ni siquiera es macho-. Entonces, la actitud del buscador espiritual es femenina.

– ¿Te considerás una artista itinerante? ¿Cómo llegás a esa vida? ¿Podrías contarnos un poco acerca de tus giras?

– La vida hizo que no tuviera hijos. Yo tengo raíces en una educación bastante burguesa y tengo un departamento en París donde puedo volver si lo necesito, pero lo que pasó es que a los cuarenta y algo de años, cuando entendí que no iba a suceder el hecho de enraizarme como madre, empecé a contestar los pedidos y las propuestas. Entonces empecé a trabajar en los teatros, en la música, en el tarot. Todo lo que hago lo considero un arte.

Catorce años después -soy una señora de 54 años- me doy cuenta de que en realidad siempre me siento muy cercana a la tradición de los baul de la India, que tienen como representante al maestro americano que se llamó Lee Lozowick: son poetas errantes que mendigan su comida. Así que me puede suceder en Córcega hacer un concierto de tango a la gorra con Ciro Pérez, un mítico guitarrista uruguayo que terminó viviendo ahí. Me dejo llevar por la corriente.

(Después de un rato, aclara). Pero si alguien se quiere casar conmigo, me compro una casa en el campo y hago mermelada. (Risas). No es que sólo quiero ir con el viento. Podría suceder que termine estableciéndome, quién sabe…

Todo lo que hago lo considero un arte. Marianne Costa: historia de una tarotista itinerante. Foto: Mona Boitiere.

– ¿Qué opinás de toda esta movida del «tarot online», de tiradas colectivas, tutoriales de YouTube, adivinanzas de algoritmos, fabricantes de tarots…? ¿Cambia esto los modos de aprendizaje? ¿Cómo te relacionás con esta «espiritualidad fast food»?

– Es un temón, porque yo perdí totalmente el gusto por criticar a la gente o dar consejos. Entonces estoy viendo que hay mucha efervescencia alrededor del tarot, y obviamente a través de las redes sociales, YouTube y los quince minutos de gloria de cada uno. Hay mucha agitación y cosas con niveles de profundidad diversas. Lo mismo con la gente que imprime su propio tarot, hay cosas hermosas y cosas -a mi gusto- prescindibles.

Durante el confinamiento estricto y ahora en Ibiza estoy trabajando bastante online. Decidí bajar los precios porque en Europa hay crisis económica y más, en América Latina. No concuerdo con Jodorowsky, que ahora propone hacer cursos gratis de tarot online. Si la gente puede pagar, es importante que las cosas tengan un precio.

La espiritualidad pop yo no la consumo, pero tampoco la voy a estigmatizar, porque tengo alumnos que lo hacen, y porque hay un dicho que me gusta mucho que es «si existe la falsa moneda es porque existe también la verdadera». Prefiero pensar que hasta la videncia por televisión puede llevar a la gente a un trabajo hermoso y en serio.

– En la introducción te preguntás, como tantos de nosotros: «¿Cómo distinguimos las proyecciones personales de la intuición auténtica?» ¿Algo para orientarnos acerca de esto?

– Es muy simple, pero nada fácil. La intuición es comunión con la otra persona. Es acceder a un nivel del inconsciente donde se disuelve la frontera del «yo», la parte del ego que se abre al punto de totalmente coincidir con el mundo del otro. Es el amor verdadero. Mientras la proyección es un poco como las películas porno clásicas donde en lugar de hacer el amor, se entra en el mundo del otro para imponer los golpes de tu propio ritmo. Lo ideal es recibir una lectura de tarot, y es muy claro cuándo la persona te proyecta y cuándo te intuye.

– ¿Podrías contarnos alguna curiosidad que te haya llamado la atención del tarot como juego, en sus inicios?

– Yo lo jugaba a los 14 años, cuando me aburría del curso de literatura francesa. Lo que me gustaba era hacer equipos: llamás a un rey y son dos reinos que se alían para combatir los tres otros reinos. Era un mundo imaginario con mucha diversión y mucha complejidad (ancestro del bridge), pero en realidad me demoré en relacionar ese tarot que yo jugaba a los 14 con los que descubrí como oráculo a mis 19.

– Tarot que concentra enseñanzas filosóficas, esotéricas, espirituales. ¿Podrías nombrar algún símbolo antiguo y que esté en las cartas, alguno que te conmueva o te hable particularmente tal vez?

– Diría que lo que más me conmueve es la carta El Mundo. Está basada en una simbología precristiana, pero que fue retomada por el cristianismo del siglo XII, donde se ve que el Cristo entre los cuatro signos del Apocalipsis: el ángel, el ser humano, el águila, el león y el toro. Y a mí me impacta mucho que el tarot, y particularmente el Marsella, representa a una mujer en el centro.

En el final de la época clásica acaba en Europa el misticismo, la religión cristiana se vuelve política, social y normativa, y que el tarot haya tenido la libertad de representar el símbolo máximo de la realización humana, crística, la posibilidad de encarnar el baile esencial del absoluto, lo que Jodorowsky llama «la danza de la realidad» en la forma de un cuerpo de mujer. Eso habla de lo que estamos redescubriendo en el crepúsculo del patriarcado, que es un acontecimiento que no está decidido por el feminismo, es un hecho global y planetario de estos tiempos.

El mundo está volviendo a un equilibrio que recupera la dignidad del femenino, de la concavidad, la maternidad, de todos los procedimientos que no son los patriarcales. Esa mujer que baila en el centro de la corona de laureles para mí es ese despertar de la interioridad, de la dulzura, del cuidado y del respeto a la tierra como esperanza del mundo.

– Me interesa esta frase que despeja algunas confusiones: «A menos que tengan un don particular, no acepten leer el futuro», ¿Qué es lo que las cartas leen del momento presente? ¿Por qué seguimos hablando de adivinación?

– El redescubrimiento del tarot como enciclopedia de símbolos, libro de sabiduría, conjunto de imágenes sabias, es contemporáneo en el siglo XIX del desarrollo de la cartomancia, y en su origen es un arte de la adivinación.

Cuando empiezas a adivinar vas a tocar el miedo fundamental del ser humano que es el miedo a morir, bajo todas formas: la juventud muere en la vejez, una historia de amor muere en la rutina o en la ruptura, que es la impermanencia fundamental, que al final termina para cada uno de nosotros con la muerte del cuerpo físico. Frente a ese rechazo fundamental del ego hay un pedido de leer el futuro que, obviamente, ojalá sea un futuro feliz.

La segunda cosa es pensar filosófica y éticamete, si creemos que se puede leer el futuro. Yo por mi parte ni lo quiero, ni lo hago, ni quiero que me lo hagan. Lo que considero es que tenemos un abanico de posibilidades. Para mí leer ese abanico de intenciones y energías que depende de cómo me voy a situar en el presente y de la relación con mi pasado es lo que me interesa. Porque es el espacio en donde tengo un libre albedrío, un destino, la posibilidad de la creatividad. Porque si alguien me lee el futuro y me dice «todo bien» me puedo poner perezosa. Si alguien me lee el futuro y me dice «todo mal» me puedo angustiar.

Creo que el misterio más profundo es quiénes somos. ¿Quién soy? ¿Cuáles son mis recursos? ¿Cuál es mi auténtico poder? ¿Cuál es mi sombra? Y esto en realidad para cada uno de nosotros es un misterio, porque estamos en la parte visible del iceberg, lo que no se ve tiene que ver con el inconsciente personal, pero más allá con el inconsciente colectivo y dimensiones divinas.

Si siguiendo la tradición del Oriente aceptamos que metafóricamente somos hijos e hijas de múltiples vidas, sea del árbol genealógico, o de reencarnación, o que estamos cargando memorias ajenas, también ese inconsciente está ahí.

Sobre Mi

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Desde el año 2012 trabajo activamente en consultas astrológicas y docencia, intentando unir técnicas modernas de respiración, herramientas ancestrales y desarrollo intuitivo de seres humanos aspirantes a quinta dimensión (Era de Acuario).

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